17.9.08

ESOS OBSTINADOS ARTISTAS















Acaso las orillas del mar no son visitadas a menudo por los diletantes, los ociosos, los corazones rotos, las almas sensibles, los esteticistas, los caminantes, que en cada retirada de las olas buscan un motivo particular para su paseo, o una explicación general de la belleza. En los colores sutiles y nacarados del vientre de las conchas, en las chispas brillantes del sol sobre la espuma, las rocas planas reducidas por el tiempo, o la arquitectura interior de las caracolas rotas, en las piedras blancas con restos entreverados de piedras negras que dibujan en tinta china paisajes brumosos de montañas, o en el esqueleto perfecto de los erizos que es bello y redondo bajo las púas. Paseantes que aplacan así su deseo de asombro cotidiano. Que encuentran una intuición a partir de las metáforas mínimas de esas conchas, brillos, piedras.
Acaso ellos, nosotros, no presenciamos a diario el milagro constante del Mar Rojo. Porque en un instante, en ese movimiento repetido de las olas, un mismo espacio es ahora mar, ahora tierra, mar, tierra, mar. Y podemos rebatir entonces con satisfacción la pretendida exactitud de los mapas a la vez que se mojan nuestros pies.
Eterno, Efímero, Eterno, Efímero, Etémero, Efirmo.
Los más recalcitrantes recolectan esas conchas, piedras, caracolas, y se resisten a la pérdida de su brillo. Se resisten a un fenómeno físico: la evaporación del agua, y por eso están condenados al fracaso científico. Pero no hablamos de ciencia aquí. Y esos obstinados artistas llegarán a escribir poemas sobre esas piedras brillantes, llegarán a dibujarlas, a trasladarlas al lienzo de óleos siempre vivos. O simplemente las recogerán en agua en un recipiente de cristal junto a una ventana. O barnizadas se las colgarán al cuello engarzadas en un hilo como ya hicieron sus antepasados hace diez mil años.

Fotografía y texto: Santiago Ibáñez Molinero

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso texto. Me ha sorprendido y me ha encantado. ¡Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Gracias por el elogio. Me alegra, sobre todo viniendo de alguién que lee y escribe tan bien.

Y gracias (GRACIAS) a Trini, por abrirme un hueco en su mar.

Anónimo dijo...

Un eco gongorino en la playa. ¿Qué digo? ¡¡¡Pero si en la playa no hay ecos!!!. Otro fenómeno físico, ni en la arena ni en la nieve ni el mar ni en el fuego hay ecos.

Hoy rECOrdaba los paseos que dábamos en el instituto con el Guadalquivir tan cerca y he acabado dando con tus fotos y llegando aquí.

Saludos, Santi.

Miguel López